martes, 8 de diciembre de 2009

La piel del Elefante

El pequeño Nayakan jugaba solitario. Soñaba, imaginaba. Corría y sentía la brisa suave, de esa mañana de verano, correr por su pelo. Nayakan con sus jóvenes ocho años se sentía por unos segundos un guerrero. Un héroe. Tal y como le había contado su padre sobre Purushottama*. Se sentía un gigante. Cerraba sus ojos y blandía su espada invisible con fiereza, resistiendo los embates del ejército macedonio que buscaba capturarlo. Erguido sobre su elefante de guerra, resistía los golpes y los ataques traicioneros de los griegos, con brío. Oculto, detrás de la ciudadela Malia, podía llevar a cabo su fantasía sin temor a ser burlado por los otros niños. Sobretodo por Nirek quien siempre lo mortificaba con sus bromas y se aprovechaba de el por ser mas corpulento. Si lo viera Nirek ahora, si solo lo pudiera contemplar, derrotando a los macedonios. Obligándolos a volver humillados a su presuntuosa Babilonia. Si lo escuchara exigirle al Gran Rey de Media y Persia que lo tratara como a un “rey”. Si lo viera orgulloso frente a Alejandro de Macedonia, embriagado de coraje. En el pequeño rostro de Nayakan se dibujo una sonrisa, que luego lentamente se convirtió en una carcajada. Una felicidad plena invadió al pequeño que abrió los ojos y se encontró parado sobre una piedra con sus brazos extendidos hacia el cielo. En el pináculo de su fantasía, lanzo un grito de felicidad contenida que se fundió con otro grito más fuerte.
Era un grito desgarrador, que se convirtió lentamente en lamento. La mente del pequeño volvió a su realidad. Volvió a su débil y frágil cuerpo de ocho años.
Sus oídos percibieron el clamor de una batalla cercana. Oyó caballos relinchar, gritos de guerra, choques de espadas, golpes de escudos. Pensó en esconderse. Miro a su alrededor buscando un refugio. Su mirada fugaz se poso sobre la ciudadela que ardía bajo el fuego de la furia macedonia. El terror se apodero de Nayakan. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Una angustia incontenible lo invadió.

El quejido se volvió a escuchar. Nayakan lo sintió justo detrás de el. Instintivamente se lanzo de la roca en la que estaba parado y se escondió detrás. No quería mirar. Sabía que la persona que se lamentaba no era amiga. Mientras que estaba parado pudo mirar de soslayo una de las manos, y vio una espada brillante empapada en sangre. Sintió la respiración pesada y dificultosa del soldado. Sentía sus pasos pesados. Nayakan puso sus rodillas contra su pecho, abrazo sus piernas, y buscando hacerse lo mas pequeño que podía, cerro sus ojos, como esperando que eso lo hiciera invisible ante los ojos del extraño. La sombra del soldado lo envolvió y Nayakan no pudo más que mirar hacia arriba. Abrió sus ojos y contemplo maravillado a un gigante cubierto en la piel de un elefante, donde la cabeza del paquidermo hacia las veces de casco. El hombre se detuvo sobre el niño. Nayakan permanecía inmóvil. La piel rugosa del elefante se desplomo en el suelo pesadamente descubriendo la armadura brillante del soldado. La cabeza del animal muerto parecía observar al niño atemorizado. El soldado pronuncio unas palabras en un idioma incomprensible para Nayakan. El niño embelezado por la belleza del uniforme no podía pronunciar ni una palabra. El hombre se tomo un costado y Nayakan observo que tenía una flecha clavada en el costado izquierdo. La herida estaba sangrando mucho y la flecha le dificultaba la respiración al soldado. Nayakan observo que el hombre estaba intentado comunicarse. Con mucho esfuerzo el soldado tomo la flecha y comenzó a tirar de ella. Su rostro se lleno de dolor y de frustración al no poder quitarla. Lanzo un grito desgarrador. Nayakan tomo la flecha con sus pequeñas manos, que enseguida se empaparon de sangre, y comenzó a hacer fuerza. El soldado grito y el niño se asusto. Pero rápidamente el hombre con un gesto le pidió que continuara. Nayakam había hecho esto para su padre, quien era un feroz soldado de las fuerzas Malias. Nayakan utilizo todas sus fuerzas. El soldado ayudo con una de sus manos. La flecha salió de la herida junto con un alarido del extraño, quien se desplomo arrodillándose en el suelo con su cabeza gacha. El proyectil había dañado bastante el costado del hombre. El niño tomo la flecha con sus pequeñas manos mientras observaba al soldado agachado frente a el y le pregunto “ki zadet?” (Quien te hizo daño?). De repente otro soldado apareció y hablo en un idioma incomprensible para el pequeño, del que pudo reconocer solo una palabra “Alexandros”. Los ojos del pequeño se abrieron completamente. Apretó la flecha contra su pecho. El otro soldado se tiro al suelo para levantar al herido. El herido logro incorporarse y pareció poder mantenerse en pie solo. Al lado del segundo soldado, el herido era más muscular, muy atlético. Su rostro era duro y su cabellera frondosa y oscura. El segundo soldado desenvaino su espada y se abalanzo sobre Nayakan que cerro sus ojos y se cubrió el rostro atemorizado. El otro lo detuvo con un grito, volvió a gritarle. El soldado apesadumbrado se retiro. Nayakan permanecía inmóvil. Unas palabras se escaparon de su boca : “ Eskandar-e Maqduni?” (Alejandro de Macedonia?). El soldado sonrió, tomo la piel de elefante y se la coloco sobre sus hombros. Miro al pequeño y dijo con dificultad “bârat doa mikonam” (rezaré por ti).
Alejandro Magno se volteo y comenzó a caminar casi trastabillando. Al niño lo abrazaron por detrás levantándolo de golpe. Su madre, llorando lo apretó contra su pecho y comenzó a correr, el niño no prestó atención, pues, por un segundo tuvo arrodillado a sus pies al Rey de Macedonia.





*Purushottama o Poros, fue el gobernante de un antiguo reino Indio ubicado entre los ríos Hidaspes y Acesines. Algunos historiadores sostienen que su ejercito, resistió el ataque del ejercito Alejandrino, y fue el causante de que el Imperio de Alejandro Magno no siguiera expandiéndose. De hecho Luego de esa batalla el ejército de Alejandro Magno se amotino y pidió volver a Babilonia. Alejandro pidió que capturasen a Poros vivo por que quedo impresionado por su valentía y fiereza. Cuando finalmente, después de una larga lucha, lo capturaron, Alejandro le pregunto como quería que lo tratase y Poros le contesto, “como a un rey”


Nota del Autor: Para algunos Alejandro Magno fue derrotado en la batalla de Hidaspes (326 a.C), pero para la mayoría se fue victorioso y su regreso a Babilonia fue solo a causa del cansancio del ejército que llevaba ya ocho años en campaña. La retirada a Babilonio lo obligo a cruzarse en su camino con los Malios, una tribu que resulto ser feroz. Durante la batalla Alejandro fue herido por una flecha en un pulmón. Sus soldados pensaron que lo habían asesinado y por esto descargaron toda su furia sobre la ciudadela Malia. Prácticamente arrasaron con hombres, mujeres y niños.

viernes, 3 de julio de 2009

El Rostro (Capitulo III)

III

- ¿Por que vienen a molestar tan temprano ustedes dos?- dijo Radus dándole una chupada profunda al mate.

- Hay trabajo que hacer Radus. ¿Te llego el cadáver de un tal Martini Ivan?

- Prada escúchame una cosita- lo interrumpió Radus mirándolo por encima de sus finos anteojos- son las siete de la mañana, acabo de entrar, no miré el registro todavía. Por que no van a tomar un café vos y tu compañero y a eso de las diez vuelven y charlamos-

-Radus es importante en serio, si no, vos sabes que no te molestamos- Funes trató de convencerlo a Radus con un poco de amabilidad. El ya veterano forense echó un suspiro, dejo el mate con desgano y les indicó que esperen que iría a buscar el registro. Los dos detectives esperaban ansiosos. – Funes esto es algo importante me parece. No se hasta que punto hacemos bien en meternos.-

- Es que somos dos inconscientes Prada- sentenció Funes.

Desde el fondo de la morgue se escuchó el llamado de Radus. Los dos detectives se encaminaron hacia el deposito pasando entre medio de varias camillas con cuerpos. Funes se sentía incomodo. El olor del formol le daba nauseas, el color blanco de la luz que daban los tubos le daba dolor de cabeza. Cuando abrieron las puertas del depósito se encontraron en medio de un regadero de cuerpos en bolsas plásticas negras. El panorama era escalofriante. Cuantas historias distintas yacían sobre las camillas metálicas. Cuantas familias destrozadas. Radus miraba la etiqueta de uno de los cuerpos con total frialdad. Funes jamás entendió como los forenses se convierten en seres tan fríos. Aun estando todos los días rodeado por la muerte, no comprendía como sus emociones se volvían inalterables.

- Es este me parece a ver…- Radus se subía los anteojos y miraba el registro mientras al mismo tiempo trataba de leer la etiqueta- Si Iván Martini, acá está. ¿Que queres que haga?- dijo mirando a Prada por encima de sus anteojos.

- Que nos digas que pasó.

- ¿Queres que le empiece la autopsia ya? ¿Vos estas loco?, tengo mucho mas trabajo antes de este. Prada esto va a estar para la semana que viene recién.- Radus no estaba dispuesto a cooperar y Prada se estaba impacientando. Funes sabía cuando su compañero estaba a punto de estallar.

- Radus este es importante al parecer es un funcionario del gobierno, el jefe nos pidió que le pongamos especial atención- intervino Funes pero Radus era imperturbable

- Era funcionario- corrigió el forense y agregó – si Bilbao tiene algún interés sobre esto que me llame el.-

- Pero el jefe esta descansando por eso nos mando a nosotros- Funes era muy malo mintiendo.

- Bueno entonces cuando se levante que me llame o lo llamo yo. Entiéndanme bien, tengo otros trabajos que realizar y cosas urgentes. La semana que viene esta listo. Además, ¿que diferencia les hace que yo lo vea ahora a que este listo la semana que viene? ¿Me van a decir que por que lo vea ahora ustedes agarran al asesino mas rápido?, no me hagan reír, ¡se vienen a hacer los detectives yanquis conmigo!.

- Radus por favor te lo pido. Mira no es necesario que le hagas la autopsia solo queremos que nos confirmes algo nada más. Abrí la bolsa y mira el corte que tiene en el pecho por favor, ¡son dos segundos¡- rogó Funes. Radus los miro a los dos, cerro los ojos y volvió a suspirar profundo. El forense abrió la bolsa de plástico negra. El cuerpo de Martini tenia un color blanco pálido. Sus ojos desorbitados impresionaban, el rictus de el rostro era espantoso. Radus observaba con detenimiento la incisión profunda que el cuerpo tenía en el pecho.

-Terrible corte tiene. ¿Que es lo que quieren que les confirme? Muerto esta, y claramente por el tajo.

- No es eso, decime ¿una chica de un metro sesenta y como mucho 58 kilos, tiene la fuerza para abrirle el esternón?-

- No querido. A no ser que este en una situación extrema, donde puede que la adrenalina la ayude.

- Gracias viejito querido- Prada le besó la frente al forense sacándole los anteojos de lugar.

Los detectives salieron rápidamente de la morgue dejando a Radus quejándose por hacerle abrir la bolsa.

Funes no necesitaba ni decirlo pero comento contento -vamos al edificio y aprovechemos a hablar con el encargado. A esta hora debe estar baldeando la vereda-. Prada no dudó, el auto lanzó un quejido metálico y se metió entre los coches que transitaban la avenida.

Como Funes había predicho, el encargado se encontraba limpiando la vereda con manguera en mano y empujando hasta el cordón de la vereda cualquier tipo de basura.

- ¿Sabe que así esta desperdiciando agua?- dijo Prada. Odiaba esa manía de los encargados.- No. ¿A usted que le importa?- contestó el portero mirando la vereda.

- No, no importa. Hay cosas mas importantes en este momento- intervino Funes lanzándole una mirada fulminante a Prada- Escúcheme somos los detectives Funes y Prada. Venimos por el incidente que ocurrió esta madrugada. Queríamos saber si usted tenía alguna información para darnos.-

- Mire detective yo no vi nada. Yo entre con los policías al departamento y cuando llegamos estaba el hombre este muerto y la chica totalmente desesperada gritando-

-¿Pudieron ver a alguien mas en la habitación?- preguntó Prada mas calmo.

-No, ¿no le digo que entramos con la policía y estaban ellos dos?

- Y escúcheme este….- Funes buscaba que el encargado complete con su nombre- Cerotti, Jorge Cerotti-

- Gracias. Escúcheme sr. Cerotti, ¿esta persona vivía acá?-

- No, mire tengo entendido que el departamento se lo compró este tipo a la chica. El venía de vez en cuando a pasar la noche acá. Me parece que es casado. Todo esto son rumores vio, por que me parece que el tipo era un pesado del gobierno.- Funes sonrió, por dentro pensó “¿que no se les escapa a los encargados de edificio?”.

- Entonces cuando entraron encontraron al hombre muerto y a la chica. Dijo que ella estaba gritando. ¿Recuerda usted lo que decía?- Funes sabia donde quería llegar Prada con esa pregunta.

- Uh pobrecita gritaba como loca, gritaba algo así como“¡no tenia cara!”, después un policía la logro calmar un poco. Pobrecita, era una buena chica.

- Si. Una ultima pregunta Cerotti, nos habían dicho que usted escuchó ruidos raros cuando pasó a buscar la basura, ¿Recuerda que fue lo que escuchó?

- Ah si. Yo estaba buscando la basura, y como la escalera está justo frente a su puerta, pasé y escuche unos golpes primero. Después escuché al hombre gritar como insultando a alguien- Prada había dado justo en el clavo, aprovecho a repreguntar.- ¿Recuerda si la estaba insultando a ella?

- Mire detective la verdad que no, pero no creo, por que la escuche gritar a ella. Unos alaridos ensordecedores. Ahí me asusté y corrí a llamar a la policía.

- Pero no llamó inmediatamente. En la comisaría nos dijeron que su llamado entró una hora y media después de que usted pasó a buscar la basura.

- Es que no sabia si llamar o no. Yo se que este hombre viene acá de incógnito y no sabia si llamando a la policía lo iba a perjudicar y después me echan a mi si este tipo se queja. Pensé que era una pelea entre ellos y nada más. Pero después mi señora me dijo que llame, y bueno la insistencia de la patrona me obligó.-

- Bueno, gracias Cerotti, es todo lo que necesitábamos- Prada lo miro a Funes y no tuvieron que decirse nada para entenderse mutuamente. La teoría de los dos estaba confirmada. En esa habitación hubo alguien más.

miércoles, 1 de julio de 2009

El Extranjero

El calor agobiaba a los soldados. Era una bestia pesada que llevaban sobre sus espaldas. Las ropas del Comandante Dupont, estaban empapadas en sudor. Observaba la batalla desde su caballo, justo en las puertas de la ciudad de Baylén. Tomó las riendas con firmeza y se lanzó a la batalla. El viento golpeaba su rostro, pero no lograba aminorar el calor. Mientras que se acercaba al fulgor de la batalla, el aire se hacia mas pesado y caliente. Segundos antes de desmontar su caballo, tomo su sable. La espada brilló con el reflejo del sol y se unió a su puño lleno de furia como si fueran uno solo. El francés bajó del corcel con agilidad y posó sus pies sobre la tierra manchada de sangre. Sus soldados estaban siendo masacrados por las fuerzas españolas. El, en ese momento, era el orgullo Francés, era todo el ejército Napoleónico. La sangre le hervía dentro de sus venas. El coraje le hizo apretar los dientes, lanzó un grito ahogado y esgrimió su sable contra un soldado español al cual hirió en el estomago. Su cuerpo estaba totalmente tensionado, podía sentir cada uno de sus músculos endurecidos. Peleaba con fragor y valentía. Su espada atravesaba cuerpos, abría heridas en las pieles de sus enemigos, gritaba gloriosa en la batalla. Su mente estaba enfocada. Nada podía romper su concentración. Les gritaba desesperado a sus soldados “¡courage mes frères! (“¡valor mis hermanos!). Su garganta se desgarraba con ese grito. No podía perder. No podía aceptar una derrota en nombre del Emperador Napoleón. Un soldado hermano se abalanzó sobre él, muerto. El peso del hombre lo tumbó al suelo y mientras caía pudo ver al salvaje español que ahora lo buscaba a él, quien yacía indefenso a su merced. Desprotegido en el suelo trató de levantar su sable agruardando sin esperanza recibir la estocada asesina. El español gritaba desaforado, y justo cuando estaba por asestarle el golpe de gracia, algo llamó su atención. El soldado golpeó fuertemente al comandante y corrió hacia otra dirección. Alguien (Dupont no pudo ver quien) le sacó al hombre muerto de encima. Liberado, el Comandante se puso de pie. Observó el campo de batalla y en la lejanía vio a un hombre. Era de las fuerzas españolas pero no pudo más que rendirse ante la fiereza con la que combatía. Era un soldado implacable. Su postura era perfecta, sus golpes con la espada eran mortales y su valentía inspiraba miedo en los contrarios y confianza en los aliados. Dupont permanecía atónito. ¿Era de “él” de quien le habían hablado?, recordó una charla que tuvo con uno de sus generales donde le nombraron a un extranjero que peleaba entre los españoles. La sangre caliente caía sobre su rostro. La herida del golpe propinado por el soldado no paraba de sangrar. Se pasó el antebrazo por la cara para sacar la mezcla de sangre y sudor que lo empapaba y le nublaba la vista. Dupont permanecía perplejo ante los movimientos del extranjero. Parecía un dragón rojo. Gigante, despiadado y mortal. Un francés le grito “¡sauve mon comandant!” (“¡sálvese mi comandante!”). Dupont grito “!lâche¡” (“¡cobarde!”) y echó a correr cargando directamente contra el extranjero. Lo observaba pelear mientras corría, sus músculos se apretaban, su mano tomaba la espada con firmeza y la apuntaba directamente al soldado. Su mente estaba enfocada sobre el extraño soldado. De repente el extranjero lo vé y toma posición de combate esperando la embestida de Dupont. El Comandante francés corría decidido a derribar a este extraño guerrero. Sus ojos se encontraron en la confusión de la batalla. Su corazón tocaba una canción de guerra, más fuerte que el sonido de los cañones explotando enfurecidos. El extranjero lo esperaba agazapado como un tigre que espera el zarpazo letal de otro. El rostro del extranjero se transformó, pareció sorprenderse por algo, un grito salió de su boca, pero Dupont no llegó a escucharlo. Jamás pudo ver al español que lo golpeó por detrás. Dupont sintió chocar contra un muro cayendo inconsciente al suelo.

Al despertar estaba atado de pies y manos. Sintió el sabor de su sangre en la boca. Yacía de rodillas con la cabeza mirando al suelo. Dos botas negras, manchadas de tierra y sangre se pararon frente a el. No entendía español pero escucho al hombre de las botas hablar con alguien más. -“¿Quién es este?”- dijo una voz grave y rasposa. – Es el comandante Dupont, mi Comandante- dos botas mas aparecieron en la imagen, estas más manchadas que las anteriores. Dupont atinó a levantar la vista. El sol lo encegueció por un instante, solo veía sombras. Uno era un hombre joven. Gallardo, tenía una voz fuerte y un acento desconocido para el Comandante francés. Debía ser “él”. El extranjero. A medida que la visión de Dupont se fue acostumbrando a la luz pudo descubrir su rostro de profundos ojos negros, su piel curtida por el sol, su uniforme estaba desgarrado y ensangrentado al igual que su sable que descansaba en su mano derecha. Dupont estaba exhausto y dolorido. Cerró sus ojos. Quería hablarle, quería preguntarle de donde era, como peleaba con esa fuerza. Pero estaba demasiado cansado, solo se limitó a escuchar las palabras incomprensibles que el hombre con la voz áspera decía – “Excelente trabajo Ayudante Primero San Martín, excelente, ¡esto vale un ascenso mi hombre! ¡Y por que no, una medalla!”

Nota del Autor: El encuentro entre el Comandante Dupont (de la Fuerzas Napoleónicas) y el (por ese entonces) Ayudante 1° del Marqués de Coupigny Don José de San Martín, seguramente que no se dió de esta manera. De hecho la rendición de las tropas francesas fue mucho menos violenta. Todo lo que sucede en el desarrollo del relato es ficticio. Quiero que quede en claro que la batalla si ocurrió, tuvo lugar el 19 de julio de 1808. Por ese entonces el General San Martín se encontraba en España peleando con las fuerzas de la revolución española. La actuación de San Martín le valió la Medalla de Oro de los Héroes de Baylén otorgada por la Junta Suprema de Sevilla del 11 de agosto de 1808 y un ascenso a Teniente Coronel.


martes, 30 de junio de 2009

Traición a uno mismo

Supongo, muy en el aire, que alguien, al menos un alma de todas las que navegan la Internet, pasa alguna vez por este espacio. A esa persona me dirijo a ese pequeño granito de arena. Si, vos. Vos vas a ser el único testigo de esta traición. Traición de las peores que existe. Tengo que confesarlo con algo, y mi anonimato y tu anonimato se unen para hacer la confidencia de este testimonio aun más grande. Hoy me traicione a mi mismo. ¿ Como ?, te preguntaras. Simplemente escribiendo este post. Es mi deber sincerarme, y es que en uno de los posts de este blog comente que yo no iba a escribir mis experiencias personales, ni mis opiniones sobre los detalles de la vida. Pues bueno esto es nada más ni nada menos que esto. Quería comentarles que estoy trabajando en "El Rostro" y quizás aumente las publicaciones a dos por semana. Lo que me gustaría, con respecto a la "novela", es que me dejen sus opiniones en los comentarios. Quizás sugerencias, o mas o menos que les van pareciendo los capítulos.
Después quería contarles que empecé a leer un libro de cuentos de Woody Allen que se llama "Cuentos sin plumas". El libro es una recopilación de otros tres libros de Allen, y la verdad que los primeros cuentos que leí, son geniales. Desde las listas de lavandería de un filósofo apócrifo, las anécdotas del peluquero de Hitler hasta el biógrafo del Conde de Sándwich, Woddy Allen logro sacarme varias carcajadas hasta ahora. Se los recomiendo muchísimo, al igual que recomiendo el libro que termine de leer hace poco, "el día que Nietzche lloró" de Irwin D. Yalom. Confieso que tenía dudas sobre este titulo, lo creía como un libro de autoayuda, pero resultó una novela fascinante.
Con este ultimo comentario cierro esta terrible traición, que no se si voy a poder perdonarme.

Suyo, siempre suyo.... Alan Smithee

viernes, 26 de junio de 2009

El Rostro ( Capítulo II)

II

El silencio reinaba en el auto de Prada y Funes. Se dirigían rápidamente hacia la casa del jefe, quien los sorprendió con el pedido de verlos inmediatamente. Los dos estaban consternados por lo que había pasado en el departamento de Martini. Era extraño, pues por su trabajo los dos estaban endurecidos. Pero el repentino ataque de histeria de la chica y su abrupto final los dejó pensando. Prada mas que nada sentía que no había podido hacer nada y el no estaba acostumbrado a eso. Todo estaba bajo su control, excepto por ese pequeño momento. Funes tenia una extraña sensación, se sentía como si todo hubiese sido una alucinación. Pero a la vez sabía que había sido demasiado real. Ahora se dirigían velozmente a la casa del jefe. También estaban intrigados por saber a que venia la inesperada convocatoria. Al otro día deberían comenzar con la investigación. El cuerpo de las dos victimas ya estaban camino a la morgue judicial y mañana deberían hablar con el forense para que les de el informe. Detenidos en un semáforo Prada quiso romper el silencio:

- Che, que lastima que no pudimos hablar con el encargado con todo este desastre.

- Si, todo se embarulló y paso desapercibido. En la semana tendríamos que volver ¿no?

- Quédate tranquilo que si. Ahora me quede pensando en lo que dijo la chica antes de saltar.

- ¿Lo de que no tenia rostro?

- Si, cálculo que se refería a alguien. No se a quien- Prada estaba inseguro quería que su compañero lo ayudara. El tenia la fuerte sensación de que ahí hubo un tercero pero no quería quedar en vergüenza si todo esto resultaba ser un crimen pasional y el hubiese armado toda una teoría complicada. El siempre buscaba el apoyo de Funes. Confiaba mucho en el.

- Supongo que se refería al asesino. Se la veía totalmente desencajada. Esta bien que pasó por una situación horrible, por la forma en que mataron a Martini, la muerte fue extremadamente violenta. Ella no fué. De eso estoy casi seguro Prada.- Funes miró fijamente a su compañero. Era lo que Prada esperaba de el. Siempre estaban como en sintonía.

- ¿Pero el encargado pudo ser capaz de eso? ¿Lo viste en el hall de entrada cuando salimos?, daba lastima. No tiene la fuerza para hacerle ese corte a Martini. Además el tipo este, era bastante grandote. ¿Cuánto calculas?, ¿1,85?, el encargado a lo sumo llegaba al metro setenta.- Prada termino su frase y se dio cuenta que ya estaban frente a la hermosa casa del jefe en castelar. Apagó el motor del coche y se quedaron en el auto en silencio. Ver morir a una victima sin poder hacer nada para ellos había sido devastador. Sus mentes estaban revueltas. Al unísono, abrieron y cerraron las puertas del auto. El viejo dodge 1500 azul de Prada se sacudió. Los dos se encaminaron hacia la puerta. Bilbao abrió la misma antes de que pudieran tocar el timbre. Despeinado, a medio vestir y con cara de pocos amigos dijo – si despiertan a mi señora la aguantan ustedes después. Pasen en silencio por favor.- los dos acataron las ordenes al pie de la letra. Bilbao era un hombre joven, de unos 43 años, de gesto muy severo siempre. Los dos le tenían mucho respeto. Era un hombre que siempre se mostró muy capaz y que amaba su profesión.

- Bueno muchachos, se habrán extrañado por la urgencia con lo que los llame sin poder esperar a vernos en la oficina - dijo Bilbao mirándolos a los ojos. Los dos detectives se miraron y asintieron casi al unísono – Bueno parece que es gordo lo que pasó hoy en ese departamento. El tipo que encontraron muerto al parecer era un secretario de estado. Me parece que del ministerio ese de ciencia y tecnología. Puede que este metido algún tipo de chanchullo político en el medio. Por lo poco que pude averiguar del hombre este tiene varias causas iniciadas. Esta sospechado de quedarse con plata de un par de negociados, además de que esta acusado por acoso sexual a varias empleadas de su sector y parece que se metió con gente que no debía.- el jefe hizo silencio esperando que alguno de los dos diga algo. Prada y Funes solo lo miraron atentamente.- Entonces bueno muchachos, lo que les pido es discreción en la investigación que van a realizar. Todos los avances, escúchenme bien, TODOS los avances que obtengan, antes de hacer nada vienen a mi despacho, casa, casa de country o donde fuera que este, y me los comunican. Acá si escrachamos a alguien que no debemos nos jugamos, los puestos, las carreras y las vidas nosotros.- otro silencio, Prada y Funes mudos - ¿me están escuchando? Otra cosa, la chica que se tiró por la ventana, era la amante del tipo este. Tiene toda una doble vida, estaba casado tenia pibes. Así que con la chica también mucho cuidado, no hagamos que esta parte salga a la luz, va haber que dibujar el tema de alguna manera.- Prada reaccionó – Si con Funes ( miró a su compañero) creemos que la chica habló del asesino antes de tirarse por la ventana- Prada estaba inseguro, miraba a Funes seguía buscando ese apoyo.

- ¿Lo conocía? ¿Dio algún indicio de la identidad del tipo?- el jefe dividía su mirada en los dos detectives que no parecían estar con sus acostumbradas reacciones rápidas

- Mire jefe al parecer lo conocían, por que las cerraduras estaban intactas y no había signos de que buscaron algo en la casa ni nada. Lo que dijo la chica simplemente fue “no tenia rostro”, lo repitió como quince veces antes y mientras corría para tirarse- Funes ahora miro a Prada. El jefe quedo mirándolo fijo en silencio - ¿Y eso? ¿Qué quiere decir Funes?, no me dijiste nada, eso y nada es lo mismo. La mina te esta diciendo que no le vió la cara- tímidamente Prada intervino – si es algo desconcertante jefe pero es lo que dijo.- el jefe lo interrumpió abruptamente- Estaba en estado de shock Prada, previo a suicidarse- el detective tomo coraje – pero yo creo firmemente que esa es una pista fundamental de la descripción de el asesino jefe – la cara de Bilbao cambió, no le gusto nada lo que dijo- ¡Prada pavadas no! ¡Te acabo de decir que con esta investigación hay que tener cuidado y vos me salís con que lo que dijo una chica, totalmente desencajada por ser la única testigo de el salvaje asesinato de su amante, es una pieza clave de la investigación¡ Les voy a pedir a los dos que sean inteligentes, que se vayan ahora a dormir, que descansen ( por que me parece que no dormir los afecto bastante) y se tomen el día, el miércoles vuelven mas frescos y lucidos y se ponen a trabajar como se debe- Bilbao se incorporo del sillón y empezó a caminar hacia la puerta de entrada, como indicándoles el camino a los detectives. Prada y Funes no tenían que decir una palabra para saber lo que pensaba cada uno. Se fueron en silencio. Abrieron las puertas del auto y se sentaron al unísono. Prada encendió el motor miró a su compañero y dijo en tono tranquilo - ¿Te dejo en tu casa?- el otro quedo en silencio por unos segundos y luego contestó – no déjame en la morgue que tengo trabajo que hacer- Prada acelerando y sin mirarlo – que coincidencia yo voy para allá también, ¿vamos juntos?

jueves, 25 de junio de 2009

El ultimo trabajo de Rojo

“A Sergio Leone, Clint Eastwood, John Ford, John Wayne, Lee Van Cleef y Jack Palance, que nos mostraron que existen otro tipo de héroes” (A.S)

Solo una figura solitaria cortaba el monótono paisaje del desierto californiano. Rodeado por la nada, entre piedras filosas y secas, cactos y coyotes hambrientos, “Rojo”, quien había obtenido ese sobrenombre no solo por su cabellera y su barba rojas como el fuego sino también por su despiadada frialdad para sus trabajos, cruzaba el desierto camino a Chayanne, un pueblito perdido en California. Arrastrándose detrás de su caballo venia atado de una pierna el cuerpo de Morton el forajido que aterrorizo Mutiny por tanto tiempo. Fue un trabajo fácil, ese Morton era un bravucón imbecil. Bastaron dos disparos certeros uno al pecho otro al medio de los ojos. Uno de los trabajos más fáciles de Rojo. El cuerpo del forajido seria colgado en la plaza principal de Chayanne como para anunciarse, como para que vean los servicios que Rojo ofrecía. Ese tipo de publicidad siempre le dio buenos resultados. Harmónica, su fiel caballo de tantos años, cabalgaba despacio. Ya estaba viejo, alguna vez fue un hermoso caballo de crines rubias, ya había pasado el tiempo. Ahora estaba más flaco y se cansaba más rápido, pero seguía con sus bríos de siempre y no fallaba nunca. No solo había pasado el tiempo para el caballo, Rojo también tenia la carga del tiempo y los años sobre sus hombros, por eso entendía a su único amigo. Rojo siempre fue un hombre solitario, alto , flaco, de una complexión física envidiable, rozaba los 48 años y seguía teniendo un estado físico excelente, aunque a veces ya sentía molestias al correr o al trenzarse en alguna pelea. Su cara curtida por el sol y gobernada por la barba roja que le daba una fuerza especial a su rostro, mostraba el paso del tiempo. Estaba pensando en retirarse y volver a Lionta su pueblo natal, pero su arma plateada le pedía un trabajo más. La miraba, brillaba bajo el sol, ahí en el costado de su cintura en su cartuchera, parecía decirle “uno más rojo”. A eso iba, a su último trabajo.

Después de casi un día cabalgando desde Mutiny finalmente en el horizonte se dibuja Chayanne, se ve el perfil de las casuchas destruidas, viejas, era un pueblo mas pequeño que lo que imaginaba Rojo. Observo el cartel de bienvenida, que ya casi ni se leía, gobernado por el polvo y destruido por la erosión del viento. Se sintió observado por unos segundos, pero no vio a nadie alrededor. Siempre estaba alerta. Entró a lo que parecía la calle principal. No había nadie, apenas unos cuantos perros vagabundos. Parecía un pueblo fantasma. En el fondo, casi al final había un pozo de agua, y un edificio que parecía ser la comisaría. Esa debía ser la plaza del pueblo. Apretó sus espuelas contra los costados de Harmónica, este apuro el paso. Llegaron al pozo. Rojo bajo de su caballo, tomo de la pierna a Morton y lo colgó del cuello con la soga del pozo. Ató a Harmónica y decidió buscar algún bar, tenía sed.

Caminó por la calle vacía, miraba las ventanas de las casas, y nadie se asomaba. Vió el cartel de un Salón, al parecer era una posada. Podría tomar unos tragos y descansar un poco. Dentro de la posada reinaba una tristeza que parecía envolver todo. Solo cuatro personas en todo el bar, dos estaban borrachos inconscientes sobre la barra, el barman estaba sentado durmiendo y un hombre tomando en una mesa alejada contra un rincón solo. No había música, no había ni un ruido. Rojo dio un paso que retumbo contra una madera crujiente, lo que despertó al cantinero.

-¿En que puedo servirle?-dijo el hombre gordo y con un bigote canoso que le tapaba su labio superior

- Sírvame un trago cantinero y me gustaría rentarle una habitación por unos días, hace un día que viajó y me necesito descansar.

- Solo tenemos una. Es suya por 5 dólares al día- dijo el cantinero casi molesto por tener que servirle a Rojo

- La tomo cantinero- dijo Rojo mientras se sentaba en uno de los enclenques taburetes de la barra. El cantinero le sirvió su trago en un vaso mugriento, Rojo levanto el vaso en señal de brindis y tomo su trago, en ese momento el hombre solitario en la mesa alejada dijo- usted no debería andar colgando hombres muertos en las plazas de los pueblos, creo saber quien es usted, aquí lo llaman “La Parca Roja”, ¿a que viene a nuestro pueblo forastero?- Rojo lentamente se dio vuelta y clavo sus ojos en este hombre que parecía desafiante- Vengo a ofrecer mis servicios señor, el hombre en la plaza es mi publicidad.- Rojo pensaba cuando lo podrían haber visto si no había nadie en la calle cuando entró.- Veo que por este pueblo ni los forajidos se interesan, no los culpo, no parece haber mucho que saquear, hasta la comisaría esta abandonada, el comisario debe estar muerto- dijo Rojo mientras daba un trago a el wiskhy barato que le habian servido. El hombre de la mesa se incorporo, era flaco estaba casi desnutrido, pelado, y tenia sus ojos saltones. Se acerco hasta donde estaba Rojo y dijo con miedo- Nuestro comisario murió hace ya 1 año, lo asesino “el”-puso énfasis en “el”- ya hace 2 años que nadie sale de Chayanne vivo y ya casi nadie entra y los que lo hacen no salen. Varias diligencias que traían mercadería fueron encontradas en el medio del desierto con todos sus tripulantes muertos y toda la mercadería intacta, ya ahora ni siquiera se acercan. Estamos viviendo de lo último que tenemos, solo nos queda alcohol. Nuestro comisario Mortimer, intentó detenerlo y murió en el intento, era un hombre joven y valiente, si el no pudo nadie podría con “el”. Si busca ganar dinero aquí Rojo , esta equivocado, ya nadie ni si quiera sale de sus casas, muchos están muriendo de hambre y sed, ya ni el pozo tiene agua. Usted es el primer forastero que pisa Chayanne en 2 años.-. Rojo miró a este hombre, y vio en sus palabras su ultimo “gran” trabajo. Lo había encontrado. Pero a la vez sabia que mucho dinero no podría sacar de esta gente. -Qué interesante. Al menos se que no hay un comisario molesto. - Señor Rojo este pueblo esta fuera de la ley, es lo mas parecido al infierno sobre la tierra, ese hombre es una maldición- dijo el barman apesadumbrado.

- Le recomendaría que usted se prepare. Su suerte no va a ser diferenta a la nuestra. “Que impertinente” pensó Rojo por dentro, claro nunca nadie lo había tratado asi. Insultando su orgullo. Dándolo por muerto. – Y diganme señores, este bandido ¿esta viviendo aquí en el pueblo?

- No. Dicen que ronda por las afueras de aquí. Cerca de la entrada principal del pueblo.- Rojo inmediatamente recordó la extraña sensación de ser observado que tuvo al entrar a Cheyenne. No lo diría, podría ser visto como un signo de inseguridad.

- ¿Es un salvaje?- preguntó Rojo, el también había cazado varios de esos cuando mas joven. – No, no. Los que lo vieron dicen que es un forajido como cualquier otro- contesto el escualido. Rojo estaba meditando toda la situación. Es decir, para el era muy claro que esta era la oportunidad perfecta para su ultimo trabajo. Pero el sabia que dinero no iba a sacar de esto, y el necesitaba dinero para volver a su tierra natal, además (y quizás lo mas importante) una extraña sensación lo invadía. Un sentimiento ajeno a su personalidad. Rojo por primera vez en su vida estaba inseguro de algo. De la nada, el cantinero formulo la frase que, muy adentro suyo, Rojo no quería escuchar: - Quizá usted pueda encargarse de el. ¿Es su trabajo verdad?- ¿como contestar a esa pregunta?, era la primera vez que Rojo estaba dudando. Decidió no hacerlo – En este momento prefiero descansar cantinero. Vengo viajando hace muchos días. Ademas, ustedes no tienen un centavo para pagar mis servicios. ¿Cuál es mi habitación?- el cantinero se acodo en la barra, miró hacia la parte superior del salón y señalando contesto- Las habitaciones estan en la parte superior, escoja la que usted desee. Con respecto a lo del dinero, usted tiene razon. Pero al menos podemos darle el hospedaje y comida gratis-. La oferta era buena y justa. Rojo aun necesitaba dinero para volver a Lionta.- Necesito volver a mi pueblo natal, para retirarme alli y para eso necesito dinero para el tren- dijo Rojo convencido de que esta respuesta tiraria por la borda los planes de estos dos hombres. Rojo no podía creer que se este negando, pero su opresión en el pecho lo instaba a seguir negándose. – Muy bien, si eso es lo que quiere. Yo trabajo en la estación de trenes, puedo hacerlo subir en el tren de mañana por la tarde. No le cobrarían nada. Soy amigo de los guardas y de los maquinistas.- el hombre escuálido había logrado agravar el nerviosismo de Rojo. Finalmente estaba acorralado. ¡Le estaban dando todo lo que quería!. Una vez mas decidió esquivar la respuesta .- Deseo descansar, mañana podré contestarles.- sin dudarlo, Rojo comenzó a dirigirse hacia la habitación. Apesadumbrado por estas sensaciones subió cada escalón de madera y entró en la primer puerta que vio. Estaba demasiado preocupado para elegir.

Rojo observo la habitación oscura y deprimente, no había más que un catre una jarra con agua y una silla. Dejó su sombrero sobre la silla, sus botas y se acostó en el catre. Dormía siempre con su arma en su cartuchera, era un hombre muy buscado por las venganzas. Cerró sus ojos y durmió. Esa noche fue la primera vez que Rojo no pudo dormir antes de un trabajo. Tuvo un sueño bastante raro y angustioso. El en medio del fango, la lluvia le caía a cantaros sobre la cara y estaba manchado por el lodo, completamente sucio, negro, rayos caían a su lado, muy cerca, y no podía mover sus piernas pues estaban enteramente enterradas en el lodo. Luego un hombre vestido con un sobretodo largo, negro al que no podía verle el rostro, le apuntaba con un arma entre los ojos. Cuando la figura se levantaba el sombrero, revelaba ser el mismo. Rojo despertó con miedo , sensación nueva para el. Se sentó al borde de la cama, vio afuera y observó que estaba amaneciendo. Pensó “es el ultimo y vuelvo con Isabel”. Isabel, la única mujer que lo comprendía, la única que el amó en toda su vida.. Debía prepararse. Debía terminar lo más rápido posible.

Al otro día bajó al bar. El cantinero estaba limpiando los mugrientos vasos, levanto la mirada y pregunto con ironía - ¿Pudo pensar en lo que hablamos ayer?. Luce como si no hubiese dormido en toda la noche hombre. ¿Desea un trago? Va por la casa también-. A diferencia de ayer, Rojo ya estaba decidido – Muy bien cantinero, un trago viene bien antes de trabajar.- el cantinero sonrió y sirvió un liquido opaco en un pequeño vaso.

Luego del trago, Rojo se dirigió a buscar a su caballo. Sin decir una palabra buscó a Harmónica, lo montó y comenzó a cabalgar hacia las afueras del pueblo a buscar al objetivo. Un mundo de sensaciones colmaba una mente que en otros tiempos estaba vacía y fría. Transitaba la desolada calle principal, en el pozo de agua estaba el cuerpo de Morton mutilado, alguien le había cortado las piernas y los brazos “Si es un salvaje el bastardo”. Salió del pueblo y lo recibió sin reparo el abrasador sol del desierto. No había nadie en kilómetros. Solo él y Harmónica. Volvió a tener la sensación de estar siendo observado, como cuando entro en Chayanne. Sintió una voz fuerte, profunda, grave decir- Así que usted es la “ Parca Roja”.- Rojo se dio vuelta desesperadamente pues la voz venia por detrás, y lo vio a la lejanía a un hombre cabalgando muy despacio. Vestía un sobretodo negro, y un sombrero de ala ancha que no dejaba ver su rostro. Era extremadamente flaco y cabalgaba sobre un caballo negro prácticamente famélico

- Usted viene por mi ¿verdad?- se rió de manera irónica- ¿Cuanto le van a pagar?, en ese pueblo ya no hay nada. Supongo que usted lo hace por…¿”amor”? a su trabajo.¿Ya cuantos años lleva matando hombres por dinero señor Rojo?, ¿quince?...si quince… ¿verdad?. Todo un profesional.- Rojo lo miraba no le sacaba los ojos de encima, una mano en la rienda de Harmónica y con la otra buscando su arma sigilosamente. Tenia los ojos entrecerrados por el sol que le daba en la cara. De todas formas podía darle, jamás fallaba. Este hombre cabalgaba muy despacio, seria muy fácil.

- Sabe Rojo, nosotros dos nos parecemos, yo también llevo años matando hombres, muchísimos mas años que usted. Además lo hago gratis se podría decir. Jamás fallo cuando tengo un trabajo señor Rojo. ¿Y sabe que?, usted es el próximo trabajo. Si , ¡usted!. Parece que ya le llegó el momento. Ya es viejo. Ya no esta para seguir haciendo de héroe renegado.

- Usted es mi ultimo- dijo Rojo seguro de si mismo.

- Bien, entonces soy su retiro. Bueno, usted es el mío también. ¡JA! No, no, yo no me retirare jamás.-el hombre seguía acercándose muy despacio, ya estaba muy cerca, Rojo tomo su arma y le disparo al pecho. Dio en el blanco, una humareda de polvo salto de sus . El torso del hombre se inclino hacia atrás por el impacto, sin caerse del caballo y sosteniendo las riendas. Rojo sonrió para luego sorprenderse, el hombre se estaba incorporando lentamente.

- ¡Oiga! ¡Rojo! ¿¡Que hace?!- Rojo no podía creer lo que veía. Parecía estar completamente sano, y seguía acercándose, Harmónica relincho se paro en dos patas, el famélico caballo negro hizo lo mismo, resoplo sobre el hocico de Harmónica , este rebuzno, se tiro hacia atrás desplomándose sobre sus patas. El viejo Harmónica murió en el instante. Rojo rodó en el suelo y apoyando una rodilla en el suelo, rápidamente apunto nuevamente al hombre de negro. – Ya estaba viejo , era su hora también- dijo con intención de irritar a Rojo.

Rojo apretó los dientes, apuntando con furia a este extraño que le había quitado a su amigo, su único amigo.

-Yo soy las 100 almas que llevas en tus espaldas, pues yo estuve ahí-. Dijo mientras con su mano derecha tomaba el rostro de Rojo quien permanecía hincado en una rodilla. El extraño hombre se imponía con su gran altura delante de Rojo y lo cubría con su sombra lúgubre. Delante de sus ojos vio como el rostro de este hombre era como el de Morton, luego se convirtió en el viejo Egger , luego en Kipp, Cleef, Munny, Indio, Santa Cruz , Lorenzo, Luke, Tuco, Sam… Todos los rostros pasaron por delante de los ojos de Rojo, todos hasta su primer trabajo, el violador de Railroad , Knuckles Flagstone. Rojo sintió por primera vez en mucho tiempo una sensación extraña en el cuerpo, ¿miedo?. El hombre lo miraba y reía.

- Increíble, el viejo Rojo asustado. Quien lo diría. Bueno dicen que soy a lo único que los humanos verdaderamente temen.- Rojo comenzó a correr, tan rápido como podía , corría de vuelta a Cheyenne.

-No corra Rojo , es inútil-. Por más que corría con todas sus fuerzas, el hombre parecía estar a un paso detrás de el a pesar de caminar lentamente.

Llegó a la plaza de Cheyenne, en el pozo colgaba su cuerpo. Rojo gritó, tropezó y cayó desparramado al suelo. El hombre se le paró justo al lado - Este es su final Rojo, a todos nos llega, ahora usted va arrastrarse atado de una pierna detrás de mi caballo por todo el desierto. Debe asumirlo. Vamos hombre, ¿o se creía inmortal?- Rojo descargo las cinco balas restantes sobre el hombre que ni se movió. Solo polvo saltaba de los agujeros producidos por las balas - Rojo, esta claro que no sabe lo que hace.

-¡¿Quién es usted?¡

- Creo que ya lo sabe Rojo-. Una tormenta de arena los separo por unos segundos, la arena lleno los ojos y la boca reseca de Rojo, no lo dejaba ver ni respirar, tenia los labios cuarteados . El paso de la tormenta pareció borrar del paisaje a Cheyenne. Se encontraban en medio del desierto. El hombre miro con severidad a Rojo quien estaba de rodillas en la arena y dijo con su voz grave - Soy la muerte Rojo. Hasta a los hombres como usted me sufren….

martes, 23 de junio de 2009

Culpae, Caritatis, Odii

En la oscuridad de la cabaña Santos repasaba el plan. Era perfecto, era sutil, tan bien planeado, el mismo se asombraba de su capacidad para idear ese plan. Todo estaba listo, había conseguido que “Chato” le preste la cabaña (Chato es guarda parque en el Parque Nacional Lanin, y era gran amigo de Santos. Hacia 20 años que se conocían y no le iba a negar un favor). Ya la noche anterior había marcado el camino hacia el área precisa donde se llevaría acabo la ultima fase del plan. Costó bastante soportar la nevada y caminar por el bosque a oscuras con una simple linterna, pero valía la pena el esfuerzo, el sabia que Clara lo valía. No iba a dejar que ese abogado de poca monta se lleve así, tan fácil, a su amor secreto de tantos años. Sabia que lo que había planeado era algo que ni el imagino que llegaría a hacer, pero era tan grande su amor por Clara, su desesperación por tenerla, por verla escaparse de sus brazos. Clara le había dicho que se casaba con Montan y el todavía no lo creía. Pero si se dió cuenta que en ese momento su corazón se partió literalmente, casi lo destroza la depresión, casi lo consume, hasta que esta idea se apareció en su cabeza. En el revoloteo de todos esos pensamientos tristes, esta luz calló a todos los demás. Al principio lo medito, por que pensaba que era un acto de egoísmo y heriría a Clara, pero seguramente cuando ella se entere de sus sentimientos lo perdonaría y correría a sus brazos.

Todos dormían, menos el, que despierto repasaba uno a uno los pasos de su esquema. Sentado en una cómoda silla de mimbre, frente a la chimenea que quemaba con pasión los leños y las piñas que el juntó esta tarde mientras volvía a ver el lugar de la fase final. La misma pasión con la que amaba a Clara. Comprobó que la nieve este bien alta, ya había casi 30 cm. de nieve, pleno invierno en medio del parque. No hay nadie, pocos turistas, pocas excursiones, solo los araucarias serían testigos, Chato además le advirtió las zonas mas transitadas por sus colegas y el sector elegido por Santos era perfecto. Todo estaba listo. Santos debía dormir. Delante de el descansaba, sobre la mesa, la herramienta que llevaría a cabo con éxito su objetivo. El puñal reflejaba la luz del fuego sobre la cara de Santos, este lo tomó y cuidadosamente lo guardó en un paño y se lo llevó a su cuarto.

Santos se despertó antes que todos, preparó el desayuno y aprovechando la salida a buscar más leña, se adentró al bosque y dejó todo preparado en el sitio. Llevó una pala, las cuerdas y los guantes. Volvió a la cabaña y de lejos lo vió a Montan observando la naturaleza que lo rodeaba.

-¡Que tranquilidad Santos! , que diferente a lo que es Buenos Aires, esto realmente te relaja. La verdad que tu idea de este viaje fue genial, yo y Clara lo necesitábamos. En el estudio estamos tapados de trabajo….-dijo Montan en tono amistoso, Santos contesto con la falsedad que lo caracteriza - Esto realmente es un paraíso, siempre quise venir a vivir acá. Me alegro que estés a tu agrado. ¿Clara se levantó ya?

- Si si esta duchándose. Escúchame Santos ¿esta cabaña es de un amigo tuyo?

- Si el chato, amigo mío de la secundaria, es guarda parque acá, ellos viven en el parque en estas cabañas. Como el vive solo esta compartiendo la cabaña con otro colega.

– Increíble vivir acá solo, debe ser algo difícil…- un grito de clara pidiendo una toalla a Montan interrumpió la charla y aumento los celos de Santos. ¡Si fuera el quien le alcanzara la toalla a Clara!, se calmó pensando que pronto lo seria.

Esa misma tarde el plan de Santos comenzaría. Durante el almuerzo anunció su molestia en la garganta y su dolor abdominal. Cuando salieron a caminar acusó cansancio extremo y dolor de cabeza pidiendo volver a la cabaña. Ya para la tarde Santos estaba acostado en su cama con un paño frió en la cabeza para bajar la supuesta fiebre. Todo iba como el lo había planeado. Clara había ofrecido ir al pueblo para buscar medicamentos y Montan tendría que quedarse a cuidarlo.

- No se preocupe Santos, queda en buenas manos. Mientras esperamos a Clarita ¿por que no jugamos al truco? ¿Tiene cartas?

-Si pero realmente no tengo muchas ganas.- Santos no tenia ganas de verlo a Montan, no podía verlo a la cara. Este supuesto enemigo suyo se comportaba como un amigo y apenas se conocían. La culpa parecía asomarse en el alma de Santos pero al aparecer la imagen de Clara en sus brazos la calmó.

Montan permaneció sentado junto al lecho de Santos contando parte de su vida. Comentó su infancia en el barrio de Caballito, sus amigos del Mariano Moreno (instituto donde Montan hizo tanto la primaria como la secundaria) y su intento fallido en la incursión de las artes plásticas según dijo el “simplemente no era para mi , pero me di cuenta muy tarde “. A Santos, Montan le parecía un hombre de buena fe, y que hasta (en otras circunstancias) serian muy buenos amigos, pero, actualmente la realidad se lo presentaba como un enemigo.

Santos recordó la siguiente fase de su plan y recordó la frase fríamente premeditada:

– Montan se esta acabando la leña que junté a la mañana, sería bueno que usted saliera a buscar un poco más, sino para cuando Clara llegue no vamos a tener y va a estar muy oscuro afuera.- Montan miro por la ventana y vio que estaba oscureciendo lo que acelero su respuesta afirmativa. Se vistió, se puso su campera y con un saludo amistoso (que reflotó la culpa de Santos) se dispuso a buscar la leña.

Santos saltó de la cama, se puso la ropa y salió, con el puñal en la mano derecha, por la ventana trasera de la cabaña. Rodeó la misma y vio a Montan de espaldas caminando por el sendero que llegaba hasta la cabaña. Montan era un hombre alto, robusto, de espaldas anchas, no sería fácil de reducir, el ataque debía ser totalmente sorpresivo y certero. Todo debía salir tal y como Santos lo había planeado.

Se escurrió entre las ramas de los árboles caídos, casi entre las hojas en el suelo. Debajo de la nieve Santos se arrastraba a paralelamente a su presa. Lo miraba y recordaba su objetivo para quitar los titubeos de su cabeza. Empuñaba el puñal con mas fuerza en su mano derecha y esperaba el momento adecuando, el momento en que Montan este totalmente ciego a cualquier peligro. Montan juntaba leños y de paso admiraba la belleza de los araucarias que lo rodeaban, los mismos árboles que serian testigos silenciosos de su final.

Como un gato montés Santos saltó sobre las espaldas de Montan y clavó su puñal en el costado del robusto hombre, que peleó ferozmente por liberarse de su asesino. Montan gemía de dolor y Santos retorcía el puñal. Montan luchaba por ver a su agresor, trataba de quitárselo de encima, gritaba, pero en el silencio del bosque nadie lo escucharía. Finalmente, a causa de la lucha y de la sangre perdida, Montan cayó rendido mareado pero conciente, sin embargo a merced del asesino. Santos vio los ojos de Montan cuando lo reconoció, el moribundo sorprendido trato de decir algo pero Santos lo degolló para terminar su trabajo. El objetivo estaba cumplido y el sabía que había actuado con total frialdad, parecía un profesional. Tomó el cuerpo por debajo de los brazos y lo arrastro hasta el lugar indicado donde lo esperaba la pala y las sogas junto con los guantes. Santos comenzó a cavar. Debía apurarse si quería que el plan resultara a la perfección. Bajó el cuerpo con ayuda de las cuerdas hasta la profundidad del foso que el mismo había cavado noches anteriores. Una vez terminada la fase final Santos tapo el foso y cubrió el cuerpo con nieve y barro, el frió conservaría el cuerpo y seria casi imposible encontrarlo. Satisfecho con su accionar tapó y aplano la nieve en la superficie y se retiró rápidamente para volver a la cabaña a esperar a Clara.

Como había planeado Santos unos minutos después que el volvió a la cabaña Clara volvía con los medicamentos. Santos actuando su dolencia y preocupación la esperaba en la puerta con cara de desconcierto- ¡Clara!! Montan salió hace una hora a buscar leña y todavía no ha regresado tengo miedo que se haya perdido, a estas horas el bosque es muy engañoso.- Santos actuó perfectamente esta frase que había practicado hace días, se maravillaba de su capacidad, al mismo tiempo veía como el rostro de Clara pasaba de la felicidad a la simple incertidumbre mezclada con tristeza. - ¿Como que se perdió?- exclamo Clara con un tono de desesperación, Santos sintió una quemazón en su mano derecha, no le dio importancia y trató de calmar a Clara - Tranquila que ya le avise a Chato y el esta buscando a Montan y creeme, que como el, nadie conoce estos bosques. Clara no pareció calmarse, Santos de todas formas logro hacerla pasar a la cabaña alegando que estando ahí parados los dos no conseguirán nada.

Dentro de la cabaña los dos esperaban la aparición de Montan, o por lo menos Clara, Santos sabia que eso nunca ocurriría, aunque en algún punto estaba tan inmerso en su mentira que comenzó a creer que sería posible que vuelva sano y salvo.

Santos sentía un ardor cada vez mas fuerte en su mano derecha, a medida que pasaba el tiempo este se incrementaba. Sentía que el ardor subía por su brazo hasta el pecho, ya lo comenzaba a preocupar, pero cuando se iba a mirar la mano Clara exclamó- ¡Santos no aguanto más! Voy a buscar a Montan, ya van 2 horas y tu amigo ni apareció a dar explicaciones.- Santos no pudo atinar a decir nada, Clara había tomado su campera una linterna y salió al bosque. Santos no dudó y salió atrás de ella.

Clara corría desesperada y se interno en la profundidad de la oscuridad. Santos quemado por ese ardor en su brazo y pecho la persiguió pero confundido por el dolor y por la oscuridad se vio envuelto en los árboles que en esa altura para el parecían todos iguales. Una puntada aguda interrumpió su búsqueda en la oscuridad del bosque, miró su mano con la linterna y la vio completamente negra, parecía como si no tuviera circulación en su extremidad. Aterrado Santos siguió caminando para volver a la cabaña, pero terminó en el lugar donde había enterrado a Montan. Por la mejilla de Santos se escurría una lagrima, ese llanto era ocasionado por el dolor constante en su brazo derecho, ya no lo podía ni levantar. Iluminó la zona del foso y soltó la linterna impresionado por lo que vio. Justo donde había enterrado a Montan había una mancha negra. Santos se recompuso y se acometió a la tarea de tapar esa mancha delatora con otra nieve.

Mientras estaba arrodillado echando nieve sobre la mancha, la cual no parecía desaparecer sino escurrirse entre la nieve nueva para dejarse ver, escuchó unos pasos y la voz de Clara que decía – ¿Leandro?, ¿sos vos?, ¿estas bien?- Santos se paralizo, era Clara. “Preocupada por ese cretino” pensó Santos. Si Clara veía esa mancha negra todo sería descubierto (o por lo menos eso creía Santos). La cuidadosamente planeada estructura se vendría abajo. Su brazo derecho estaba inutilizado. El dolor era tan intenso que le nublaba la vista. Se dio vuelta y tratando de incorporarse dijo: -Clara soy yo Santos- Clara se abrió paso entre las ramas y alumbró a Santos con la linterna. Santos cerro los ojos cegado por la luz. Adolorido se tomaba el brazo derecho y quizás, confundido por su dolor, le pareció ver que Clara desviaba la vista hacia la mancha negra que supuraba por debajo de la nieve justo a su lado. Desesperado Santos vomitó la verdad – Clara trata de entenderme lo hice por nuestro amor. Tu me amas yo te amo a ti y era un despropósito que compartas tu vida con un hombre como Montan, nosotros debemos estar juntos-

Santos jamás vio la cara de Clara de esa forma, estaba totalmente sorprendida, acongojada, comenzó a llorar y a ponerse histérica -¡¡¿Qué hiciste Santos?!!!

-No me dejo otra opción Clara, ahora no lo comprendes bien pero con el tiempo lo comprenderás…- tuvo que dejar de hablar el dolor se intensifico. -¿Qué le hiciste a Leandro imbécil?!!- Santos sintió toda la furia de Clara, sentía su odio hacia el, odio ocasionado por ese Montan, jamás pensó que Clara lo odiaría.- Lo que hice lo hice por nuestro amor. Montan no era merecedor de tu alma ni tu corazón Clara.- ella rompió en llanto con un grito de furia - ¡¡Lo odio Santos!! ¡Aborrezco cada parte de usted, aborrezco todo lo que lo rodea, no puedo mirarlo a los ojos usted es un enfermo!!-.

Santos atónito escuchaba las palabras de odio y los insultos de Clara. La había perdido, contrario a lo que el había imaginado Clara no estaba corriendo a sus brazos, se alejaba, lo odiaba ahora. No soportaba verla así, Clara debía amarlo no odiarlo. Olvido el dolor que le quemaba el brazo derecho y se abalanzo sobre Clara. La chica intentó defenderse, cayeron al suelo, forcejearon, Santos golpeó con furia a Clara, la chica se trató de defender pero no pudo con el odio de Santos. Clara cayó bajo la lluvia de puñetazos y golpes de Santos, este tomo una piedra del suelo y la estrello contra Clara. Santos se levanto como pudo vio a su amada muerta. Comenzó a entender.

Dentro de él sabía lo que había hecho, no solo mató a dos personas si no que mató a la persona que mas amaba en el universo. Destruyó su amor, lo convirtió en odio. Desde que mató a Montan la culpa lo había manchado, la culpa se había apoderado de su alma. Santos comenzó a correr para escapar de la escena del crimen. Corriendo en la oscuridad Santos tropezó, cayó estrepitosamente al suelo y cuando quiso volver a levantarse un ardor le cruzo el cuerpo. Miró sus manos, estaban negras las dos, como pudriéndose. Sintió el ardor en todo su pecho se rasgo la ropa y vio lo mismo en su torso. Santos corrió desesperado, se estaba pudriendo, mejor dicho se estaba carcomiendo como si fuera de adentro hacia fuera. Corrió sin sentido. Se detuvo. Observo todo igual, no importa a donde corra siempre aparecía en el mismo lugar. Frente al cuerpo de Clara y al cuerpo enterrado de Montan. No pudo correr mas el ardor llego a sus piernas. Santos cayo al suelo de rodillas, buscó el cielo con sus ojos pero vio solo las ramas de los araucarias que le impedían ver las estrellas. Así arrodillado en medio del bosque, encerrado por esos testigos silenciosos, Santos lloró….